Baluartes del interés general

En una época marcada por la fragmentación de intereses, las cámaras de comercio siguen siendo un valioso baluarte del interés general.

En tiempos en los que el interés particular parece imponerse al colectivo, resulta imprescindible recordar el papel de instituciones que, durante más de un siglo, han trabajado por el bien común. Las cámaras de comercio son un claro ejemplo de ello. Su naturaleza como corporaciones de derecho público, con personalidad jurídica propia, las convierte en actores clave en la articulación del tejido empresarial y en representantes legítimos del interés general económico.

Las cámaras existen en todo el mundo y han tenido, especialmente en Europa, un papel estructural en el desarrollo de los territorios. En España, con más de 125 años de historia, han contribuido decisivamente al progreso económico, social e institucional. Representan a todas las empresas, sin distinción de tamaño o sector, y su misión va más allá de la defensa de intereses particulares: se orienta al fortalecimiento del conjunto del ecosistema empresarial.

Su función se concreta en la representación, promoción y defensa de los intereses generales del comercio, la industria y la navegación. Pero también actúan como nexo entre el sector público y la iniciativa privada, lo que les permite desarrollar consultivos y de asesoramiento de las administraciones. Su conocimiento directo de la realidad empresarial les otorga una posición privilegiada para detectar necesidades, anticiparse a desafíos y proponer soluciones eficaces.

La red cameral española, articulada en torno al Consejo Superior de Cámaras, está integrada por 88 cámaras de comercio y más de 450 puntos de atención personalizada a pymes, lo que garantiza una cobertura amplia y eficaz. Este entramado —el mayor del país en servicios a empresas y emprendedores— está respaldado por más de 3.500 profesionales dedicados a ofrecer orientación, formación, apoyo técnico y acompañamiento continuo. Una labor muchas veces invisible, pero imprescindible.

Gracias a esta implantación, las cámaras contribuyen a generar cohesión territorial y desarrollo económico. Desde grandes ciudades hasta pequeños municipios, fomentan una cultura empresarial que impulsa la actividad local, refuerza la competitividad y genera empleo. Además, son una de las pocas instituciones capaces de implementar políticas comunes a escala nacional, por encima de las barreras que a veces impone el modelo autonómico.

Sin embargo, no siempre se ha reconocido su valor diferencial. En las últimas décadas, otras organizaciones empresariales de adscripción voluntaria han ganado protagonismo, apoyadas por una estrategia de visibilidad, liderazgo y presencia mediática que les ha permitido posicionarse como principales interlocutores de los empresarios ante las instituciones. Este desplazamiento ha contribuido a una percepción errónea de duplicidad entre entidades, que conviene matizar.

Porque, a diferencia de esas organizaciones —que legítimamente defienden los intereses de sus afiliados—, las cámaras trabajan por el conjunto del tejido empresarial. No representan a una clase empresarial concreta, sino a las empresas en su globalidad, grandes o pequeñas, en la capital o en el ámbito rural. Así lo recogía ya la Ley de 1911, antes el Real Decreto fundacional de 1886, que subrayaban su función como representantes del interés general del comercio, la industria y la navegación.

Es importante no perder de vista esta diferencia. Mientras otras organizaciones responden a intereses corporativos, las cámaras están llamadas a velar por la economía del país en su globalidad. Su actuación no se limita a una agenda particular, sino que busca fortalecer el conjunto del sistema productivo, mejorar la competitividad, fomentar el emprendimiento y apoyar la internacionalización, la digitalización y la sostenibilidad empresarial.

Por todo ello, hoy más que nunca resulta necesario preservar, reconocer y fortalecer su papel. En una época marcada por la fragmentación de intereses, las cámaras de comercio siguen siendo un valioso baluarte del interés general. Frente al cortoplacismo y al individualismo, aportan continuidad, visión estratégica y compromiso con el conjunto de la sociedad. No lo olvidemos.

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